jueves, 10 de noviembre de 2011






¿Como se entra al misterio? Y en todo caso ¿qué es el misterio? Quizá la realidad. Si es que sabemos que es eso tan extraño que llamamos realidad. Tal vez sea en definitiva una especie larga, arrebatada y extraña de la concatenación irresoluble de misterios. Escribo irresoluble y me viene a la mente lo soluble, porque nuestra existencia, es a veces, una liquida extensión de los solubles, por inútiles intentos de asir la escurridiza realidad.

Y entonces? Uno llega al teatro y el misterio es un aro de luz, un trozo de tierra suspendido en el tiempo, la circular manera de atrapar cuatro cuerpos y llevarnos con ellos, la corporalidad disciplinada de cuatro seres que se tornan el medio de comunicación con un universo de oscuridad, luz, sonidos, movimientos, en una reducida, estrecha extensión destinada a existir en ese mundo. Una porción de multiverso incolora, que es pintada por los personajes que  dibujan paisajes y emociones con su cuerpo, nos hacen ver sonidos, otras disecciones del rostro, de la habitación, compañía, consuelo, vida, miedo, cuando de pronto todo eso tiene como único movimiento el pasado, ese otro secreto, la angustia de no saber qué pasa con lo vivido.


Cressida Danza, cuerpo, musicalidad, articulación, luz, sonido, movimiento, tejido, escritura, composición, en una palabra la coreografía de la que resulta ser el mayor de los misterios la conciencia, aquí en esta isla de aluminio no es el mar, es la esquiva conciencia, la agazapada, la taimada, la dolorosa conciencia y lo que se pesca para salir de la isla de aluminio es el amor, la escapatoria del aislamiento, del espacio cerrado, el amor, el que nunca se resigna, la soledad acompañada, la intimidad cómplice que nos aleja del aislamiento o tal vez una curva del espacio-tiempo no descubierta jamás


Oscar Sauri Bazán