¿Como se entra al misterio? Y en
todo caso ¿qué es el misterio? Quizá la realidad. Si es que sabemos que es eso
tan extraño que llamamos realidad. Tal vez sea en definitiva una especie larga,
arrebatada y extraña de la concatenación irresoluble de misterios. Escribo
irresoluble y me viene a la mente lo soluble, porque nuestra existencia, es a
veces, una liquida extensión de los solubles, por inútiles intentos de asir la
escurridiza realidad.
Y entonces? Uno llega al teatro y el misterio es un aro de luz, un trozo de
tierra suspendido en el tiempo, la circular manera de atrapar cuatro cuerpos y
llevarnos con ellos, la corporalidad disciplinada de cuatro seres que se tornan
el medio de comunicación con un universo de oscuridad, luz, sonidos,
movimientos, en una reducida, estrecha extensión destinada a existir en ese
mundo. Una porción de multiverso incolora, que es pintada por los personajes
que dibujan paisajes y emociones con su
cuerpo, nos hacen ver sonidos, otras disecciones del rostro, de la habitación,
compañía, consuelo, vida, miedo, cuando de pronto todo eso tiene como único
movimiento el pasado, ese otro secreto, la angustia de no saber qué pasa con lo
vivido.
Cressida Danza, cuerpo, musicalidad, articulación, luz, sonido, movimiento,
tejido, escritura, composición, en una palabra la coreografía de la que resulta
ser el mayor de los misterios la conciencia, aquí en esta isla de aluminio
no es el mar, es la esquiva conciencia, la agazapada, la taimada, la dolorosa
conciencia y lo que se pesca para salir de la isla de aluminio es el amor, la
escapatoria del aislamiento, del espacio cerrado, el amor, el que nunca se
resigna, la soledad acompañada, la intimidad cómplice que nos aleja del
aislamiento o tal vez una curva del espacio-tiempo no descubierta jamás
Oscar Sauri Bazán